"Era un lenguaje diferente al que nosotros hablamos en el día. Era un lenguaje que sin comprenderlo me atraía". María Sabina
Son ya casi 10 años de este recuerdo, por aquellas épocas tuve la oportunidad de ser editor del canal de autos del extinto portal Terra, y era una fecha cercana a mi cumpleaños, quería hacer algo distinto, pero realmente no sabía qué. Llámenlo destino, suerte, casualidad o causalidad, ya que en aquellas épocas revisando una caja me encontré un libro de Carlos Castañeda, «Las Enseñanzas de Don Juan», el cual ya había leído mucho tiempo atrás, pero me llamó la atención y lo volví a revisar, viéndolo con otros ojos por así decirlo, además en mi música, se puso la rola de “María Sabina, de El Tri”, por lo que sin pensar mucho decidí ir.
Realmente no sabía que estaba haciendo o buscando, tal vez solo quería un pretexto para viajar ya que tenía un “flamante y nuevo” Suzuki Swift Sport y pedía a gritos curvas. Planeé mi viaje de manera escueta, en aquellos tiempos no tenía un “teléfono inteligente” con mapas, por lo que solo vi la ruta un par de veces en Google Maps, y me preparé para preguntarle a cuanta persona viera en la carretera si iba bien, como en los viejos tiempos.
La ruta
Recuerdo que para comenzar tenía que salir de la Ciudad de México rumbo a Puebla, una carretera que conozco muy bien, por lo que opté por irme por la libre, una carretera también divertida llena de curvas y con paisaje boscoso, claro, esto después de salir de la caótica parte de Ixtapaluca que además recuerdo era un campo minado de baches y topes pensados para frenar a un camión.
El viaje en total sumaría 385 km según el mapa, pero por irme por las partes de carretera libre fue mucho más. Continúe por este camino y salí cerca de Cholula, un lugar donde te la pasas bien si vas en plan de fiesta, y en el centro puedes comer muy bien a precios razonables. Si lo tuyo es visitar lugares históricos está “el Cerro Hecho a Mano” o Tlachihualtépetl, la pirámide más grande encontrada, aunque gran parte está bajo un cerro y una iglesia (…). Seguí por la periferia de la siempre religiosa Puebla hasta Amozoc, y me dieron ganas de pasar por su autódromo de clase mundial y hoy casi en el olvido.
Los paisajes cambiaron drásticamente, esto es lo que ofrece la zona desértica de Tehuacán, lugar que por cierto pasé de largo por el centro, tal vez algún día vaya de manera turística, pero a simple vista no vi algo sobresaliente. Al pasar Tehuacán seguí por campos de cultivos y vegetación que por momentos se metía a la carretera, diferentes tipos de cactus y paisajes montañosos al horizonte.
En esta parte del camino, tenía cientos de pensamientos, y además tenía la respuesta para todos mis problemas, ese viaje en solitario fue muy catártico y tal vez en ese momento me puse a dimensionar, lo que haría en Huautla, además del hecho que no conocía a ningún guía, como les dije, simplemente fui sin mucho plan. Por este punto me detuve a llenar al tope el tanque de combustible, y en la gas pasé al baño, ahí tuve un gran susto ya que al entrar veo en el piso una forma que se movió con el sonido de la puerta, era algún tipo de lagarto de unos 40 cm que salió corriendo, por lo que no dejé de voltear para todos lados mientras hacía lo que tenía que hacer 😀 .
Llegué a Teotitlán de Flores Magón, todo iba bien, gracias a que cada que iba lento preguntaba “buenas, oiga, ¿pa Huautla?” y listo. En Teotitlán tenía que dar una vuelta a la izquierda, yo esperaba ver una buena señalización, pero solo era un pedazo de madera de unos 30 cm pintado a mano que por “suerte” vi. Pasé un poblado y vislumbré una nueva carretera y con un anuncio. “Huautla 70 km”, y me dije, “pfff qué fácil, es como ir del D.F., a Toluca, un día de campo”. Pero por «hocicón» las cosas se alargaron mucho.
La zona de curvas de esta carretera son una verdadera prueba de manejo, más allá de lo continuas que son, había de doble radio, tierra suelta, algunos topes, ciegas y de paso en algunos tramos me tocó que “faltaba” un carril, ya que se había ido al barranco. Hasta aquí el clima era muy caluroso, típico del desierto a medio día, pero al comenzar a subir todo cambió y de hecho apareció la niebla, hubo parte que la visibilidad era mínima y el camino se convirtió en algo lúgubre, al mirar al frente en el manto blanco de la niebla, las sombras y formas de árboles, algunas casas, personas y animales aparecían como si de fantasmas se tratase. Hacía frío, aun así, abrí la ventana y sentí esa humedad, olores y particularmente una sensación de bienestar.
Crucé un par de pueblos, y recuerdo que en una parte de la carretera tuve que frenar de emergencia, ya que había muchas sombras negras en la carretera, al acercarme y ellas apartándose de manera lenta noté que eran zopilotes, descansando, así que pasé sin quitarles la mirada y ellos a mí tampoco. Todo el tramo de Teotitlán a Huautla es obligado si a ti realmente te gusta manejar, aunque debes extremar cuidados ya que puede también ser peligrosa, así lo demuestra la gran cantidad de cruces que encuentras por todos lados. Aquella vez lo hice en auto, y me gustaría regresar, esta vez en moto, tal vez un día.
Huautla, Lugar de Águilas, tierra mazateca que, con sus mujeres de vestidos típicos, contrastó el gris de la niebla, un lugar de leyendas y costumbres, de fuerte conexión con la tierra, por fin, había llegado.
Callejones angostos y la cultura de los hongos en cada parte, desde nombres de tiendas, hasta decoraciones en los taxis, y grafiti. Me estacioné y tímidamente pregunté a dónde podía asistir, pero nadie me respondía, “nadie sabía”, caminé por la plazuela central y recordé a la novia de un amigo que me platicó que ella había estado ahí, así que les hablé y me dio las indicaciones, “coincidentemente” estaba a menos de 20 metros del lugar, así que fui a registrarme al Hotel Santa Julia a un par de cuadras, guardé el auto y fui al lugar señalado.
Huautla es un lugar de abuelitos de conocimiento, que han recibido sus dones de generación en generación, y si bien el lugar fue popularizado por María Sabina, cuenta con muchos otros guías. María Sabina en su tiempo fue visitada por personajes como los Beatles y demás legión de artistas mundiales, aunque eso no era necesariamente del agrado de María.
La gran fortuna de conocer a Mamá Julia
Desde que me acerqué al lugar de destino, pasaron muchas cosas particulares, que van más allá de poder explicarlas aquí, entré y y conocí a la Sra. Julieta Casimiro y a su hija Eugenia, la Sra. Julieta o “mamá Julia” me habló por un buen rato, me explicó cómo funcionaba los “Niños Santos” (como se les llama a los hongos allá) y la forma en que curan el espíritu. Ella pertenecía (falleció en 2018) al Consejo Internacional de las 13 Abuelas Indígenas, quienes viajan por el mundo orando y compartiendo su conocimiento en lugares que han sido marcados por la violencia. Aunque de todo eso yo no supe hasta mucho después, solo supe que era una mujer que con solo tocarme me dio tranquilidad.
La experiencia que viví ahí es un trabajo introspectivo personal, a ti amigo lector te dejo la oportunidad de vivirlo por ti mismo, solo te puedo decir que al salir mi cuerpo era más ligero, se me acabó la prisa y muchas cosas cambiaron para bien, creo yo. Fui un total de 4 veces allá y sé que tuve mucha suerte la primera vez, ya que estuve solo con ellas dos, y en las siguientes siempre hubo grupos de personas de diversos países, hoy una parte de mi está allá y agradezco la amistad a distancia que dejé con Eugenia a quién envío un saludo y el recuerdo que “mamá Julia” me dejó.
“Cuando haces las cosas con amor genuino y transparente, todo fluye, todo sana, todo es más sencillo”. Julieta Casimiro
A la mañana siguiente de mi experiencia, todo parecía un sueño, todo era más lento, la prisa se había ido, y eso sí, el apetito era mucho, por lo que en obviamente fui al mercado a buscar qué comer. Terminé en un corredor justo al lado de las canchas que fungen también como plaza central, y probé un Pilte de cerdo, muy picante. En las ocasiones que fui no me di nunca el tiempo de visitar el Cerro de la Adoración, la Morada del Guardián de los Cerros, las Grutas de San Agustín,o la cascada Velo de Novia, tal vez un día regrese, y esta vez exploraré más.