¿Si nos damos una vuelta a Acapulquito?

En una de las conocidas reuniones de los “juebebes” del Club Sportster CC, (viejos conocidos con los que he rodado), luego de deliberar y copear por un buen rato decidimos ir a dar una vuelta a Acapulco, ya saben, un fin de semana tranquilo, chelas, alberca, sol, cócteles de camarón y bueno, más chelitas. En fin, uno de esos fines de semana que se extrañan.

Sobre aquella época (2010 a 2011), Acapulco se estaba convirtiendo en territorio del Narco, y bueno mucho cambio no a habido, muchos de los negocios habían cerrado por el derecho de piso que se les pedía, aquel paradisiaco lugar ya no era lo de antes, la gente tenía miedo de ir, no importaba la época del año. Esto era contradictorio con los locales que seguían diciendo, “no pasa nada, aquí todo está bien, el narco no se mete con nosotros, solo se pelean entre ellos” …

Lo anterior también nos lo decía el Brothy, un compañero del CC que es de Acapulco,y de hecho llegaríamos a la casa que tienen sus papás por allá. Para alentarnos un poco a hacer el viaje el Brothy nos contó que desde aquel lugar se podía ver las calles serpenteantes hacia a bajo y un día el narco incendió una camioneta, el ejército llego y cerró ese camino, mientras los narcos escapaban por otro, uff que ganas de ir… no.

Pero bueno, nos convenció, éramos 4 motociclistas en Harley para un fin de semana de relax, no salimos tan temprano de la ciudad de México, ya que algunos tenían que trabajar por lo menos medio día, yo entre ellos.

Nos reunimos en la cafetería sobre las 2 de la tarde ya listos para salir, aunque salimos hasta las 4 PM, ya saben, no falta el que llega hasta que se le pega la gana, o el que quiere ir al baño, el que tiene que comer algo porque se puede desmayar, y el que llegó una hora antes y tiene que esperar a todos, caray, un gran grupo. Para hacer más divertido este viaje nos iríamos por la carretera vieja, pasando por el Cañón del Zopilote, hacia Tierra Colorada.

Comenzó la ruta, el primer tramo hacia Cuernavaca, con las ya famosas curvas pasando Tres Marías, si eres biker y nunca has pasado por esta carretera, significa que eres un banquetero. No nos paramos ahí, porque ya era tarde y queríamos llegar sin tanta parada a la playita.

Llegando a Cuernavaca cambiamos el rumbo hacia la carretera para Puente de Ixtla, que creo que es donde se divide el camino para Acapulco Libre pasando por el Cañon del Zopilote, buenas curvas y yo, me estaba divirtiendo, en aquel entonces no conocía este tramo pero el ritmo era rápido ya que los demás sí, además cuando sales con motociclistas con el mismo nivel de manejo, no tienes que estar esperando o cuidando a nadie y así el viaje es menos estresante.

Esta parte de la carretera me recordó las caricaturas, donde hay una desviación, para un lado marca que es un camino corto y feliz y el otro es largo y peligroso, bueno, nos fuimos por el segundo.

Ya estaba oscureciendo y entramoso en la zona de Tierra Colorada, que era un bastión del narco y un lugar muy peligroso incluso para los locales. Así que cambiamos el rumbo hacia la carretera del sol, que según está más vigilada.

Cargamos gas y lo primero que hice fue cambiar el playlist para el último tramo de la carretera, algo un poco más cool para relajarme, al fin que ya no habría curvas y estaríamos a un paso de la playa, muy cerca de nuestra cena que consistía en un buen coctel de camarones en un famoso restaurante que me tardé mucho en recordar el nombre, por algo que pasó después…

Entrando a una de las interminables rectas rumbo al puerto, se puso en mi música una de las rolas más “harleras” que tengo, Dancing Queen de ABBA, obvio, yo súper prendido por eso y con carretera vacía (…). Esto hasta que a lo lejos veo un Tsuru estacionado con las luces prendidas, aparentemente no había nadie cerca y a unos metros adelante siento un fuerte golpe en la mandíbula, la gente del Tsuru eran unos finos asaltantes, me aventaron un tronco en la cabeza para tirarme de la moto, que me dejó noqueado por un lapso de unos cinco segundos, en los que la Sportster se fue como en piloto automático. Dejé de acelerar completamente sin sentido y la moto se fue poco a poco hacia una cuneta, que por suerte no toco ni cayo en ella, desperté con un fuerte dolor en la cara y con la música de ABBA en mi cerebro…

Me detuve lo más rápido que pude y me alcanzó Charly, uno de mis compañeros que venía atrás y me preguntó que si estaba bien, yo me quité el casco por el dolor, pero Charly no me dejó pensar más ya que me dijo “si estás bien vámonos rápido, tenemos que movernos de aquí ya que pueden venir tras nosotros”.

El dolor tan grande que sentí fue que tenía el audífono metido de más a mi canal auditivo, esto causó la molestia en toda la cabeza ya que por la prisa de no estar ahí no lo arreglé y seguimos, además el golpe alcanzó a dislocarme la mandíbula no podía abrir la boca, no podía hablar, el casco Airoh había amortiguado el golpe y había cumplido su cometido, no se rompió y solo en la parte de la barbilla había un pedazo de madera incrustado.

Al llegar a Acapulco todavía con dolor de cabeza por los audífonos incrustados, me preguntaron que si íbamos a cenar algo, recuerdo que solo asentí ya que quería por lo menos un pan pa´l susto y además tenía mucha hambre. Llegamos a Mariscos Nacho´s y todos pedimos un coctel de camarones que se veía buenísimo, pero yo no podía abrir la boca del todo, apenas un centímetro creo, por lo que me tuve que conformar con comer arroz y cerveza, de hecho, más cerveza que arroz.

El día terminó, y como soy bien macho (…) no fui al hospital, preferí solo descansar, y bueno, la verdad es que, si sirvió, el dolor disminuyó y ya podía hablar un poco más. Salimos a dar un rol por la costera, aunque se veía como pueblo fantasma y mejor regresamos a la casa, donde me metí a la alberca y ahí me quede con una cerveza fría en la mano.

Nunca entendí la moda Harlera de los cascos ¾ o de las famosas cascaras de nuez, si yo hubiera usado uno de esos cascos, ahora no tendría dientes y hubiera necesitado una operación para la fractura de mandíbula. Es muy importante la selección de un casco, hay muchos en el mercado y lo mejor es usar uno con los certificados de seguridad, también el casco tiene una fecha de caducidad nunca hay que comprar un casco usado. El golpe que me lleve aquel día fue equiparable a que me dieran con bate de baseball, el casco y la suerte me salvaron.

Hoy tengo 5 cascos, lo cual suena a una tontería, pero cada uno tiene una función diferente. Tengo un casco ¾ el cual lo llego a usar en la ciudad con una moto de 150 cc, jamás en carretera. Con la experiencia de ese día y de otros accidentes, un casco cerrado te puede evitar varios dolores de cabeza, no solo a ti, si no a tus seres queridos.

El regreso a la Ciudad de México fue en su totalidad por la autopista de cuota, y aunque traté de reconocer el lugar donde nos quisieron asaltar no pude, ya que habíamos pasado de noche y después del golpe solo me podía concentrar en el dolor que estaba sufriendo en el oído. Hoy todo eso quedó en un recuerdo, pero la enseñanza fue siempre estar atento, y preparado, en este caso con un buen casco.

*De nuevo me disculpo por tener tan pocas fotos de este recuerdo, pero en primer lugar mi teléfono de aquel entonces era muy malo, y segundo a diferencia del movimiento hipster (en general) yo uso mi moto para viajar y disfrutar la carretera y no para detenerme a cada rato a tomarme una selfie.

P.D. Luego volví a comer camarones para desquitar los que me perdí en Acapulco, pero resulta que me causaron algo y me hice alérgico a ellos y a mi que me gustaban tanto. De hecho, en otro viaje que realicé me cayó tan mal un pescado que tenía rastros de camarón que terminé en el hospital, pero esa será otra historia que les contará Ricardo Silverio, ya que el desgraciado me tomó una foto en complicidad con los camilleros.