Hace unos cuatro años, cuando la marca Yamaha era “chévere” y realizaban eventos, presentaciones y tenían unidades de prueba de manejo, viví una de mis mejores experiencias manejando autos, motos o casi lo que sea con ruedas, ya que recibí una invitación para manejar el YXZ1000 R y un Wolverine, dos modelos del segmento UTV deportivo, que hoy ya no se comercializan en nuestro país.
El recorrido se llevaría en las inmediaciones de la Sierra Gorda, y la base sería en Tequisquiapan de donde saldríamos y regresaríamos el sábado y domingo. Llegamos desde el viernes para recibir las unidades y la junta de pilotos. Debo decirles que cuando llegamos (iba con dos colegas de otros medios) no tenía ni idea de lo que se trataba, y al escuchar que navegaríamos tipo Rally Dakar, me preocupé un poco ya que jamás había hecho algo así, pero los organizadores nos dieron hoja de ruta para que se nos facilitara, pero resulta que apenas si le entendía.
Luego de esa junta nos fuimos al centro de “Tequis” hacía tiempo que lo conocía y recordé que por ahí estaba una tienda de fábrica de los viñedos Freixenet, al llegar me llevé la sorpresa que la habían reacondicionado y ya era un tipo Bar dónde podías tomarte una botella y botanear, obvio, eso hicimos. De paso, platicamos de la hoja de ruta que por fin logramos comprender las señales, distancias y de más, por lo que luego de una cena ligera a dormir para estar listos a las 5:30 A.M, del sábado.
Todavía estaba oscuro cuando salimos a la plaza central de Tequis. El equipo constaba de tres medios y tres personas de Yamaha y en la primera salida me tocaría viajar en el Wolverine, que no era tan rápido y potente, pero tenía su encanto, y al tener los ejes tan cortos los derrapes y movimientos nerviosos lo hacían muy divertido. Aunque era temprano, había público y ambiente festivo y comenzó la salida simbólica. Recorrimos las calles de Tequis con cierres de vialidad apoyados por la policía local e inició la carretera.
Este tipo de autos por la suspensión y tacos tan grandes de los neumáticos son inestables en pavimento, aun así teníamos que seguir a… la verdad es que no recuerdo el primer punto, yo de plano venía siguiendo a los YXZ, así que ni me estresaba con la hoja de ruta, y ahí comenzó el problema, los de adelante se equivocaron y terminamos en un patio de una casa, al menos lo tomaron con humor y nos dijeron para dónde ir. Durante esta primera parte yo no iba manejando y estaba algo aburrido con mi piloto que le faltaba un poco de “ganitas”. Luego del medio día era mi turno al volante, era como ir en un vocho con mucho torque, y el ahora mi copiloto no volvió a hablar, nervios le dicen.
Llegaron los caminos de montaña y veredas, iba feliz, recuerdo que eran épocas de lluvias y el lodo estaba presente, lo que hacía todo más complicado y divertido. Tramos largos de tierra roja resbaladiza, curvas amplias a toda velocidad y tus manos al volante corrigiendo en todo momento. Les debo comentar que en todo el día no comimos, y no hizo mucha falta, con el calor y tensión lo único que se requería eran líquidos.
Al final del primer día, regresamos al hotel ya por la tarde, el apetito era voraz, así que encontramos un punto de carnes y nos dimos un atracón. El siguiente día me tocaría el YXZ y estaba contento por ello, un baño caliente y a dormir.
Domingo de nuevo a las 5:00 a un punto de salida que nos llevaría a un muy aburrido recorrido hacia Zimapán, y digo aburrido porque era pavimento. Pasamos por Ezequiel Montes y demás poblados donde fuimos un desfile de color, fotos niños saludando, caray, me sentí famoso por un instante. Luego de un rato por fin de nuevo a la tierra a una especie de rearrancada, todos juntos en bola, algo muy emocionante sobre todo por el hecho que no se veía nada al frente, los vehículos de adelante levantaban mucho polvo, aun así, acelerador a fondo esperando no darle a algo.
El problema de ese momento es que el casco y googles que me prestaron no eran mi medida, y me entró polvo en los ojos, y más tarde se repitió eso, por lo que fue una tortura y posteriormente me causó una ligera infección. Seguimos manejando, íbamos a ritmo de los punteros, hasta que notamos que el Wolverine no estaba, ya luego nos enteramos de que se equivocó de salida y sí hizo parte del recorrido, pero se saltó gran parte, ahí nos quedamos esperándolo con nuestra esperanza de un buen lugar de finalización.
Seguimos por el lecho de un río, un recorrido complicado ya que las piedras eran inmensas. En este punto, una persona de Yamaha que había fungido como nuestro guía comenzó su viacrucis ya que pincho la llanta por primera vez, (en parte también a que iba manejando sin cuidar el vehículo), y agárrense, no llevábamos gato hidráulico por lo que los gatos fuimos nosotros. De este punto tardamos en salir porque simplemente no encontrábamos el punto indicado en la ruta. Llegamos al poblado de Zimapán, carga de combustible, baño y muchos líquidos, seguía lo mejor.
A continuación, bajaríamos a la presa y minas de Zimapán, un recorrido realmente demandante por lo cerrado de las curvas, nuestro guía en su afán de presumir casi se embarra con un camión de frente en un túnel (ellos van subiendo con carga y no se pueden echar atrás), luego de unas cuantas mentadas de madre nuestro guía entendió que debía quitarse y continuó nuestro descenso. En este punto tuve problemas con la dirección sentía más esfuerzo para dar a la izquierda, pero le resté importancia, aunque se lo informé a mi copiloto de turno que era un directivo de la marca.
Otra zona de río, solo que aquí había agua y mucha, al principio entré tranquilo, pero caray, la vida hay que vivirla y me dejé ir, solo noté que levanté una ola más grande que el YXZ y cuando sentimos el frío escuché el grito, “animal avísame que tengo el teléfono afuera”, ups, no le pasó nada y ya luego continuamos. Siguieron veredas, nos encontramos a otros grupos que iban en cuatrimotos y caminos tapados por borregas.
Largas planicies siguieron, con el acelerador a fondo, y una sensación de inseguridad con la que solo podías reír, aunque mi situación con la dirección se ponía más grave. De plano para ir de frente tenía que traer el volante con media vuelta a la derecha para compensar, aun así, mi copiloto dijo “es tú imaginación, de todo te quejas, bla bla bla”. Seguía un tramo que nos llevaría al Parque Ecoturístico El Jabalí, el cual ya conocía y sabía de lo cerradas de las curvas, así, que me valió mi copiloto y rebasé a al guía para detenerlo y revisara mi unidad. Se baja con toda la calma del mundo, prende un cigarrillo, destapa el cofre, mira, y cambia de expresión y se le sale un “a chinga”, resulta que la conexión central de la dirección en la junta izquierda estaba por soltarse, lo cual hubiera causado que el brazo se hubiera caído, y yo me terminado al fondo de uno de los muchos barrancos que pasamos.
Mi copiloto guardo silencio y de la manera más madura que pude, me le quedé viendo feo… el camino continúo al Jabalí, un oasis en medio de ese árido escenario, mucha vegetación y agua transparente, flanqueado por grandes macizos de piedra, todo un agasajo, aunque para llegar sufres, por la terracería y mal camino, aunque en el YXZ era una chulada.
Por fin salimos del tramo cronometrado, y el Wolverine pincha llanta, otro rato tirados, salimos a una terracería sencilla y el YXZ del guía vuelve a pinchar, otro rato más y al seguir no pasan ni 10 km y le vuelve a pasar, resulta que la llanta, no era precisamente nueva y con la cantidad de parches ya parecía pantalón de payaso, por ello le pusieron un neumático que le ofrecieron unos buenos samaritanos en el camino y así pudimos continuar. Por si fuera poco, antes de llegar de nuevo a Tequisquiapan nos equivocamos por última vez y entramos a una colonia que estaban cerrando para poner un sonido callejero, y salimos corriendo.
Desde la última pinchadura, me quité el casco y los googles, ya no veía nada, y los ojos me ardían terriblemente, el aire era helado pero revitalizante. Llegamos a la meta, solo por compromiso, sin ganas y cansados. Al menos para mí, el final fue un logro, una gran experiencia, vivida de una manera que no he podido repetir, con la emoción de un gran vehículo entre la naturaleza, un gran recuerdo que tengo de este Destino Viajero.