Dicen que algunas oportunidades no deben dejarse pasar, y eso fue justo lo que pasó para este viaje, en un momento de encierro donde uno aprende a apreciar lo que tiene sin saberlo, como por ejemplo la libertad de salir. El viaje ya estaba planeado desde hace unos meses, pero la contingencia fue aplazando el plan, pero como dicen no hay fecha que no llegue, y si bien no iba solo, el viaje para mi fue muy especial, fue recordar mis inicios en el mundo de las motos, donde solo tomaba una mochila la amarraba con lo que tuviera al asiento trasero y a darle, mientras que el destino a veces lo decidía con una moneda al aire.
El viaje se llevaría a cabo en un periodo de cinco días, tal vez pocos, pero fueron intensos ya que saliendo de la Ciudad de México, visité: Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Mazatlán, Guadalajara y Toluca, la finalidad principal fue para realizar un video que pronto les traeremos, y la otra era personal, quería volver a rodar, y hacer esa catarsis que logro en cada viaje, un proceso que considero es Padecer – Pensar – Disfrutar – Padecer Agridulce, ¿complicado de entender?, ni tanto, y ahora viene la explicación.
Desde mi perspectiva vivimos en una sociedad que es como una olla de presión, y por cualquier cosa explota, ese sentir lo tenemos cada uno, por lo que requerimos tener actividades físicas o intelectuales que nos liberen. En la moto yo logro ese descanso, el cual comienza con el primer Padecer, ese momento donde sales de casa lleno de preocupaciones, y pensando en todo lo que te acongoja. Los primeros compases de carretera para mi son como una red, como si las líneas del camino, los árboles o el propio pavimento atraparan tus malos momentos, y repentinamente encuentras la calma y llegas al momento del Pensar.
El segundo momento es muy simple, ya con claridad de mente, piensas si tus problemas son realmente tan grandes o si tu los haces así porque solo piensas en ellos, cuando te das cuenta que puedes solucionarlo, llegas al tercer momento, Disfrutar, sí, ese tiempo donde ves el escenario, personas, sientes tu máquina y el aire e incluso hasta disfrutas que te llueva. El Padecer Agridulce nos es más que regresar a tu casa molido de cansancio y con dolores por todos lados, pero con el recuerdo de lo vivido y esa sonrisa en la cara que durará mucho tiempo en quitarse.
Les puedo asegurar que desde el primer día logre los cuatro estados, antes de Querétaro ya me había limpiado de preocupaciones y había solucionado la problemática mundial en mi cabeza. Llevaba una gran moto, una cuatro cilindros de 143 hp y 104 Nm de torque, datos que son propios de una súper deportiva, de hecho esta moto se basa en la CBR 1000 Fireblade, pero con una posición de manejo más agradable, aunque hay que recalcar algo, no es una moto para viajes largos, ya que aun con su tamaño tiene un tanque de combustible de apenas 16 l, mismos que me dieron unos 250 km de autonomía, aunque tenía que mantener 120 km/hr en el rango de las 5.000 rpm, para mantener dicho consumo.
En las largas recatas a Querétaro, aceleré por el simple gusto de hacerlo, aunque la gasolina me hizo pagar mi atrevimiento y llegué a Querétaro con reserva, luego de cargar, dimos algunas vueltas por el centro y acueducto, la idea era no quedarnos ahí, así que seguimos hacia San Luis Potosí, no sin antes de visitar El Palacio de los Espíritus en el km 171 de la carretera 57 a San Luis Potosí, donde por medidas sanitarias no estaban dando pruebas, triste, ya que me quedé con las ganas de probar el “Ron Prohibido” hecho en México. Luego de comprar algunos recuerdos continuamos.
En el centro de San Luis Potosí existía un ambiente de tranquilidad, aun así, encontramos un restaurante donde obviamente pedí mis enchiladas potosinas, pero por desgracia no podíamos detenernos más tiempo así que seguimos a Zacatecas que sería nuestro primer destino. Llegamos como a las 8 por allá y era un paraje casi abandonado, por lo que nuestra cena fue un chocolate y un pan de la única cafetería abierta en todo el centro (Panificadora Santa Cruz). Luego del primer día maratónico las cosas serían más relajadas y con más tiempo. Por lo que a la mañana siguiente fuimos a visitar el Cerro de la Bufa, que lo han cambiado para bien desde hace 10 años que había estado por allá. Déjenme decirles que la carretera para subir al lugar es una delicia para una moto. En la parte superior tendrás una vista casi total de Zacatecas, desde la zona clásica hasta los nuevos asentamientos y el parque eólico a lo lejos.
De regreso al hotel tuvimos la sorpresa que muchos comercios estaban abiertos y justo al lado de nos quedábamos (Hotel Posada de la Moneda), primero las Gorditas de Doña Julia, un lugar que visité hace años, muy sencillo, pero te aseguró que te encantarán, aunque cuidado con la de chicharrón ya que pica bastante. Otro de los lugares era Al Son del Mezcal, donde compramos algunas “viandas”.
Ya con comida en la panza continuamos el viaje rumbo a Durango, pero no sin antes visitar tres grandes lugares, Sierra de Órganos, Nombre de Dios y El Saltito. El primero de ellos no pudimos pasar a explorar ya que nos enviaron por otro lado porque la entrada principal estaba cerrada, aún así la magnitud visual y energética del lugar se siente. El problema es que ya no tenía gasolina y tuvimos que esperar hasta las cuatro de la tarde para que nos atendieran en un taller, ya que como saben en algunos puntos de la república se toman sus “ceremoniosos” tiempos para comer y no te atienden así tires la puerta.
Hacía mucho calor y la vuelta por Nombre de Dios fue inútil ya que estaba cerrado todo, así que media vuelta y rumbo al Saltito, un lugar impresionante que a lo lejos me invitó a aventarme al agua con todo y ropa. Bajamos al lecho y si bien seguía siendo un gran lugar, había sido atacado por el peor virus de la tierra, el humano, ya que todo estaba lleno de basura, botellas de cerveza y pañales en las orillas, (por eso las cosas bonitas no nos duran). Aun así, disfrutamos mucho el tiempo aquí, sumamente tranquilizante y si quedaba alguna preocupación, este entorno te haría olvidarla.
Continuamos a Durango, y llegamos en la noche, todavía había comida callejera, aunque teníamos una sugerencia de restaurante para cenar, así que caminamos unas 10 cuadras, tal vez un error ya que la posición de manejo de la CB1000R, puntualmente de las piernas me había causado estragos y sentía que había caminado mucho. El lugar donde cenaríamos estaba cerrado, por lo que fuimos a un puesto de hamburguesas de la calle y un refresco del Oxxo sentados en una fuente, algo simple y rico.
De Durango me quedé con las ganas de comer un buen corte de carne o un plato típico, pero al restaurante que fuimos solo tenían desayunos convencionales y lo demás era para la hora de la comida, así que luego de un desayuno ligero con muchos líquidos siguió el viaje ahora rumbo a Mazatlán, no sin antes desviarnos de la carretera de cuota hacia la libre para ir al Mirador del Espinazo del Diablo, pero las cosas no salieron como quería, ya que un retén civil nos impidió seguir, y regresamos a la cuota, aunque esa vuelta significó un consumo inútil de combustible, por lo que tuve que irme mesurado los kilómetros restantes, debo decir que la carretera era muy panorámica con túneles y el imponente Puente el Baluarte.
Por primera vez llegamos a buena hora al siguiente Estado, Mazatlán y un cóctel de camarón en el malecón era obligado, no fue el mejor y mucho menos la cerveza light, pero con el cansancio y apetito sabía a gloria. Aquí dejen les comento que tenía una amiga de la facultad, Yasmín que junto a su esposo Eder realizan rescate de fauna y trabajos de biología en el Estado, gracias a ellos pudimos ir a una playa desierta donde simplemente nos dedicamos a esperar el atardecer, uno que te llena los ojos de color y el corazón de calma. Aquella pareja nos dio alojamiento por esa noche y por si fuera poco nos invitaron a cenar unas empanadas de queso con pez Marlín, simplemente deliciosas.
La idea del día siguiente era llegar a Guadalajara, pero el desayuno se convirtió en una larga charla de nuevo, así que salimos tarde, pasamos por gasolina y noté el señalamiento del siguiente poblado, Villa Unión y de inmediato a mi vino el recuerdo de los Mariscos de El Cuchupetas, de los mejores catalogados en la región, por lo que pasamos a comer como náufragos y perder más tiempo…
La carretera rumbo a Guadalajara se convirtió en un lienzo con formaciones caprichosas del cielo, que cambiaba de tonalidades conforme el sol se ocultaba atrás de mi y la luna llena comenzaba a ganar brillo en frente. En una parada técnica decidimos ya no llegar hasta Guadalajara, sino quedarnos en Tequila, Jalisco. Al hacer esto recortamos el camino y pudimos conocer la iluminación diurna de Tequila con poca gente, queríamos cenar, pero lo único que había abierto era una pequeña taquería en el Callejón del Hambre. Opté por descansar que ya me dolía todo y al día siguiente en un mercado me eché la obligada birria con su cantarito preparado de rigor. Antes de irnos recorrimos el centro y de paso compramos algunas botellas, para esa sed de la mala que da los fines de semana…
El regreso comenzó con el Padecer Agridulce, ya no sentía los pies ni las manos y los últimos kilómetros se me hicieron eternos, pero en la mente tenía cada recuerdo presente y eso me daba fuerza, aunque al día siguiente no quería ni levantarme de la cama, creo que ya estaba oxidado o posiblemente estoy viejo, no sé, pero sin dudas lo volvería a hacer, ya que al menos para mí una motocicleta es sinónimo de viajar no de posar o presumir algo que no haces, cuando ruedas se nota.
Al final fueron unos 2.200 km de recorrido que me encantaría volver a hacer, tal vez con otra moto de la marca Honda, pero esta vez con una nueva Africa Twin o por qué no la casi mítica Goldwing, ya veremos que nos depara nuestro DestinoViajero.
Gracias a Honda Motos y Autos de México, gracias a nuestra conductora @astrid_zg y gracias a las imágenes de @haku_zai